lunes, 18 de mayo de 2015

15

Todos los días he tenido ganas de escribirte, mismas que se contienen una y otra vez.

Porque... ¿qué voy a decirte? Nada de lo que diga sirve, ni siquiera para mí.

Porque cuando apenas puede servir descargar mi frustración por lo fácil que fue deshacerte de mí como una carga, llega la compasión de pensar que te haría infeliz el resto de tu vida, y cuando estoy convencida de que ése es el argumento, recuerdo lo fácil que fue para ti hacerme tantas promesas y castillos en el aire y te odio como nunca, mismo odio que se vuelca después contra mí por creer cada palabra, y luego se revierte en fuerza para salir adelante y no pensar más en ti, ni escribirte nada porque no mereces uno sólo de mis pensamientos, esos que se quedan suspendidos en la nada un momento para luego volcarse sobre mí otra vez...

Quizá eso deba decirte. Que no mereces mi amor. O que yo no merezco el amor. O que los dos lo merecemos pero con gente más inteligente. O que nos merecemos todo, una segunda oportunidad en la que nos perdonemos todo y volvamos a empezar. O que no mereces nada por cobarde. O lo mereces todo por determinado. O que en realidad, ya no se nada, ni cómo voy a estar bien mañana.

La única verdad el día de hoy, es que igual que todos, esperé saber de ti a pesar de que sé que no lo haré. Y desearía enviarte bendiciones. O no. Y he tenido ganas de escribirte, pero nada de lo que diga sirve. Ni siquiera para mí.

lunes, 4 de mayo de 2015

Bendita ignorancia

Una nunca sabe cómo será la siguiente vez. Sabe que es una posibilidad pero intenta no pensar en ella, preferentemente nunca. Sobre todo los primeros meses, cuando todo es rosa, los besos son en cada esquina, los te amo brotan en cualquier instante y nunca se duda de lo genuino de cada caricia.

Sabe que duele, ha dolido antes, más o menos. Sabe que se sobrevive a ese dolor. Sabe que un día se repondrá y pensará en intentarlo de nuevo. Sabe que cada vez será más difícil. Pero finalmente, es un ciclo. 

Y sin embargo, a pesar de todo lo que se sabe, a pesar de que todo sucede de forma tan parecida: la desidia, un mal día, las palabras hirientes, los resentimientos guardados, la indiferencia, el vacío, una puede, no presentir, simplemente vislumbrar escenarios. A pesar de todo eso, no se sabe cuánto dolerá la próxima vez. Cuándo sucederá y cómo se va a salir de ello. Cómo después de haber construido tantas historias en tan poco tiempo, de pronto todas deben guardarse en ese cajón de los recuerdos bonitos. Cómo volver a salir a la calle sin pensar en todo lo que sucedió en cada lugar, desde la primera cita hasta la última. Si hay tantos instantes grabados que vuelven a la mente una y otra vez. No se sabe si esta noche el cansancio vencerá y una volverá a dormir, o volverá a pasar la noche en vela, pensando en cómo todo lo que pudo salir mal, salió mal. En si alguna vez volverá a ser la misma. Y al mismo tiempo, deseando nunca más volver a ser la misma. Porque esa misma ha pasado por esta historia una y otra vez. Esa es la que saca las mismas heridas de guerra a la menor provocación. Así que una piensa, y desea, desea matar un poco de sí para que nuevas partes nazcan, desea amar un poco más de sí para que las cicatrices se cubran, desea cambiar, cambiarlo todo, empezar de nuevo, renacer. Aunque no tenga puta idea de por dónde empezar, está segura que ese es el único camino...

Así que de esto se trata. Ya no hay ayer, Aún no hay mañana. Hoy voy a sobrevivir a esto, porque no es el fin del mundo. No sé cómo será la siguiente vez, no sé cómo será mañana. No sé cómo lograré levantarme de la cama ni si pronto dejaré de llorar. No se cómo será el cajón donde guarde todos esos sueños de ser su esposa y la madre de sus hijos. Pero hoy, voy a hacer todo a mi alcance para estar bien, para buscar las respuestas de cómo estar en paz conmigo y hacerlo diferente.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Ese día llovía a cántaros, como pocas veces he visto llover en mi ciudad.

Y es mucho decir. En mi pequeña ciudad, rodeada de verde, siempre está lloviendo. No en vano decidí llamar Chipi a mi perro en honor al clima de la ciudad. Pero la tormenta tropical Fernand acababa de tocar tierra y los remanentes golpean con fuerza las zonas del centro. Así que una tarde antes comenzó a llover y desde entonces no paró.

Era la última noche en casa, mi mamá me pidió que durmiera en su cama. Pero no pude conciliar el sueño, así que escuché llover toda la noche, pidiéndole a Dios, ese Dios en el que creo pero abuso de su perdón, que no cerraran la carretera por la lluvia. Ya quería hacerlo, no podía aplazarlo un día más, lo había aplazado por años. Por condescendiente, por una carrera, por dinero, por tiempo, por miedo, por enfermedad propia y ajena. No podía aplazarlo por el pinche clima. Así que, como no lo hice durante años, recé esa noche por que dejara de llover.

Nunca dejó de hacerlo. A las cuatro de la mañana sonó el despertador, y sin dar tiempo a que mi madre me dijera que lo pensara, levanté el teléfono y llamé a la central de autobuses. Las corridas a Puebla no estaban canceladas. Gracias, Dios, gracias. Un día voy a ser esa mujer que esperas que sea, pero hoy soy la que se va. Me levanté sin saber cómo se prepara una para irse de viaje sola, sin saber que vendría un año de viajar casi una vez por semana, de aprender a viajar ligera de equipaje, de saberme de memoria cada sala de espera y cuál es el baño más limpio, cómo pasar torniquetes con dos maletas y que las filas de los taxis son una muerte lenta. Estuve lista, pasó todo demasiado deprisa, y de pronto estaba ahí, del otro lado del andén, sola.

Había preparado mi mejor discurso de despedida, con las palabras de una relacionista pública a la que siempre le piden escribir los comunicados porque "sabe hablar bonito", pero en ese momento, sólo era una mujer ansiosa por emprender el camino, así que dije adiós y me di la vuelta sin mirar atrás. No fue hasta que me di cuenta que mi futura roomie no me seguía, que entendí que había que ser la hija agradecida que llora y dice adiós cincuenta veces antes de irse. Pensé en regresarme, pero un espasmo me contuvo. No iba a dar un puto paso atrás. 

No lo di. Me subí a ese autobús, luego a otro, y emprendí mi camino. Lo que dejaba atrás era mi historia, la más bonita, pero era historia. Ese día inicié el camino que me trajo hasta aquí, ese día dejé la que ahora es la casa de mi madre, y encontré mi casa.


domingo, 28 de julio de 2013

Tener el mar

Ayer me dijeron algo que coronó el montón de tonterías que han sucedido en estos días:

"Te quiero llevar a ver el mar, porque ya no tendrás mar y no sé cuándo lo vuelvas a ver."

No sé exactamente cuándo tuve el mar. Más bien él me ha tenido, en contadas ocasiones. Pero recuerdo bien cuándo nos vimos por primera vez, en esa misma playa en la que quieren pararme en estos días. Yo tenía seis años y una de mis grandes frustraciones en la vida era nunca haber visto el mar. Por mil razones ajenas a mí, nunca me habían llevado a la playa. En esas fechas dejé de comer. Aún no sé a ciencia cierta por qué dejé de hacerlo, ni siquiera me sentía gorda o estaba enferma, sólo no quería comer. Intentaron todo. Todo. Y en uno de esos tantos intentos, no sé por qué pensaron que cumplir mi sueño de ver el mar sería un reforzador positivo asociado a la comida. Así que fuimos, una madre cansada y triste, un amigo con buena voluntad y una niña pequeña en un día gris. Ni siquiera me dejaron meterme al agua revuelta, así que me paré ahí, a respirar la brisa cargada de sal con algunas gotas de lluvia. Pasado un tiempo me dijeron: "Bueno, ¿ahora quieres ir a comer?" Obviamente no sólo no comí, sino provoqué un drama de dimensiones épicas. No recuerdo qué más pasó, sólo la enorme tristeza que sentía la primera vez que vi el mar.

La última vez que estuve ahí, estaba sola. Me tocó estar por trabajo, así que en la madrugada, en la habitación de mi hotel, me salí a fumar y a sentir el mar. No podía verlo, sólo sentir el aire, mirar el faro girando y respirar un poco de su inmensidad.

Ahora, a unos días de realizar lo que llevo años trabajando y planeando, siento exactamente la misma tristeza que la primera vez. Ni siquiera había pensado en el mar o en si lo volvería o no a ver. No puedo pensar en todo lo que me espera, o en todo lo que estoy dejando, no puedo pensar en esas cosas tan trascendentales que deberían ocupar mi mente, como comer, o trabajar, o estar asustada o feliz. Sólo estoy cansada y triste. No puedo pensar en nada.  O no podía... hasta que me hicieron pensar en el mar. Y en que me llevarán a tener el mar una vez más como si estuviera desahuciada. O como un acto de melancolía ajena. No sé. Por primera vez pensé en que todo lo que sé y conozco iba a alejarse. Y sentí una tristeza tan grande...

...y un profundo alivio.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Feel the magic

"There don't have to be harps playing, or birds singing, or rose petals falling from the sky. And there are definitely days when the romance is dead… but if you look around, things are pretty amazing. So stop for a second, enjoy the beauty, feel the magic, drink it in because it won't last forever. The romance will fade, things will happen, people will change, love will die but maybe not today."

Grey's Anatomy 9x08 Love turns you upside down

lunes, 23 de julio de 2012

Orquesta Reciclando


Camino de regreso de mi viaje express a Guanajuato (una carretera tan recta y monótona te da mucho para pensar) recordé la existencia de este post. Busqué en las viejas cenizas de mi antiguo blog y decidí reciclarlo. Fue escrito en 2010 y pues aquí está:

"Cadena de Sucesos.



Anoche recibí una llamada a las 11.15 pm. La llamada provenía del Foro Sol, desde un celular de Querétaro y era para que yo escuchara una canción en vivo que elegí un día antes. La canción era Plug in baby de Muse, grupo británico que se presentó anoche en la Ciudad de México. La llamada duró dos minutos y medio en lo que mal escuché la rola porque obviamente predominaban los gritos, luego colgaron y yo agradecí el gesto por un mensaje. Fue realmente un lindo detalle. Pero después, en mi habitual insomnio, me puse a pensar en toda la cadena de sucesos que ocurrieron para que yo recibiera esa llamada y realmente me pareció genial cómo la vida dio de vueltas para que esos dos minutos y medio quedaran registrados en mi teléfono y en mi memoria. Yéndome muy muy atrás y tratando de ser fiel a los hechos aunque es poco probable gracias a mi mala memoria, la historia comenzó así...

Cuando estaba en segundo semestre de la facultad, la universidad que antes no era mi casa de estudios y ahora sí lo es, organizó un evento de cine, en el Teatro del Estado. Como llamaba mucho mi atención, me organicé con mis amiguillos de entonces (que afortunadamente son los mismos de ahora) para asistir. El evento estuvo padre, pero hubieron dos invitados que marcaron la diferencia: Sarah Hoch y Alejandro Ramírez. Sarah Hoch es fundadora y fue directora del festival de cine Expresión en Corto por 11 años (me acabo de enterar que ya no lo será más) y Alejandro Ramírez es un director de cine mexicano que nos dio un mini taller que ha compartido por varios lares de la república, bastante entretenido. Ahí quedé prendada de ese hombre. Y ahí juré que algún día yo estaría en Expresión en Corto.

Pasó el tiempo y al año siguiente, uno de mis mejores amigos se lanzó de voluntario al evento, que se desarrolla en Guanajuato. Regresó emocionadísimo, diciendo que había sido una experiencia pocamadre y que teníamos que vivirla, pero como una vive en la ñoñez y como dependiente económica de una madre con terror a todo lo que se mueva, pensé que era una posibilidad que no cabía en mi vida, al menos a corto plazo. No sin recursos, ni tiempo, ni un plan. No sin que se alinearan los astros a mi favor.

Pero algo pasó en 2008 que los astros se alinearon. Terminé mis materias en la universidad, estaba en un servicio social bastante flexible y una de mis mejores amigas ya había hecho las investigaciones pertinentes y el contacto para ser voluntarias. Por primera vez en cuatro semestres que obtuve mi beca, en esa ocasión me dieron todo mi pago junto, por lo que tenía recursos, y a base de una muy buena estrategia de relaciones públicas (que ahora que lo pienso no se por que demonios no he replicado y patentado) obtuve el permiso. Y me largué de voluntaria con mis tres amigas, a hostelear en San Miguel y en Guanajuato.

Todo estuvo bien hasta que en San Miguel no se que bicho me picó (literalmente) y como parezco de papel china me puse toda mal. Por si fuera poco soy de lo más pinche chiquión y malcriado que puede haber. (Empiezo a entender muchas cosas...) Así que cuando fue el momento de trasladarnos a Guanajuato yo sentía que fallecía y me veía momificada por allá, así que no hice más que reportarme con vida en el teatro, conocí a Sarah Hoch de cerquita y me dispuse a ir a morir al hostal.

Como mis amigas me querían mucho, pero querían más vivir la experiencia y conocer Guanajuato y calcularon que no moriría en los siguientes días, se fueron a hacer lo propio, y una, por muy moribunda que esté, no puede quedarse más de dos horas viendo las arañas del techo en el hostal. Estaba en Guanajuato, sola, libre, con dinero en el bolsillo... y no me iba a morir viendo el techo del hostal. Así que cuando superé mi crisis de histeria y entendí, me salí con todo y mis ronchas y me fui a buscar algo de comer.

Compré comida y como odio comer sola en un lugar que no sea mi casa, decidí que lo más cercano a mi casa en ese momento era el hostal. Así que me regresé al comedor común. Cuando llegué estaba una señora americana haciendo su tarea de español, la saludé y como suelo ser...me senté a comer, en silencio, procurando ser lo más invisible posible. Todavía recuerdo que tenía ante mí una saludable pechuga asada de pollo con ensalada que acompañaba con un gatorade de limón.

Y en ese momento llegó Ricardo. Comenzaba a olvidarlo pero ahorita volvió a mi mente super claro, con su playera, gafas oscuras, barba descuidada, su melena rizada y enmarañada, una pizza del oxxo en una mano y una chela en la otra, a compartir el comedor con nosotras...y yo con mi gatorade y mi pollo, mis ronchas y mi deseo de desaparecer...

Creo que nada hubiera sucedido si la americana no hubiera tenido dudas en sus ejercicios de español. Comenzó a preguntarme algo parecido a "¿Cómo es estou..cómo es verbo ir en persona él?"

Y así, de la nada, estábamos Ricardo y yo ayudando a la americana con sus ejercicios de español. Tan alivianado y sonriente como lo recuerdo siempre, Rick comenzó a hacerme plática después. La americana acabó su tarea, se despidió y se fue. Yo acabé de comer y tan yo como siempre dije "bueno, aquí se rompió una taza...y como no tengo casa me voy a mi cuarto" y Rick me dijo "pues vamos a platicar no?"

Honestamente no se en qué estaba pensando alguien tan ñoña como yo porque estaba sola con un desconocido en un lugar lejano a mi casa... y con ronchas... pero me fui a la terracita de nuestro cuarto en el hostal a platicar con él. Creo que percibió un poco de mi fobia a las personas pero aun así platicamos largo y tendido de lo que hacíamos ahí, que el era la tercera o cuarta vez que estaba en Expresión en Corto porque le encantaba el cine, que era de Querétaro y que compartíamos gustos musicales bien cañón. Amé su estilo tan  tan diferente al mío y que sin embargo, me inspiraba tanta confianza. Le invité una paleta de limón y me llevó a caminar hasta la presa de la Olla, lugar donde le tomé de contrabando la única foto que regresó conmigo a Xalapa.

Regresamos ya de noche, él a lo suyo, yo a lo mío, llegué a mi cuartito acalorada y sonriente y me encontré con las tres voluntarias que me acompañaban con cara de "¿Pues no que muy mal?"

En los días que nos quedaban compartimos una única actividad en Expresión en Corto, que nunca se me olvidará. Una muestra de cine erótico en un túnel de Guanajuato, que se inundó por la lluvia. No. No fue erótico. Fue cagadísimo, estar con Ricardo de un lado y mi amiga del otro, trepados en una orillita de "banqueta", iluminando sólo con celulares la entrada al túnel que estaba como boca de lobo, gritando cuando nos caía el agua encima y tratando en la medida de lo posible que la gente no se fuera a dar en la madre a la hora de entrar, cosa que era prácticamente pedir peras al olmo. Y lampareándolos con el celular para pedir identificación "porque no podían entrar menores de edad".

Caminamos juntos de regreso al hostal, quedamos de ir por unas chelas por las que nunca fuimos y nos despedimos el último día en el comedor donde nos conocimos. Nos tomamos una foto, esta vez en su cámara, intercambiamos celulares y correos y cada quien tomó su camino.

Lo escuché hablar de mi y mis ronchas en un podcast, iniciamos tiempo después una amistad vía messenger y el día que supo que Muse estaría en México me dijo: "Tienes que estar ahí, conmigo, escuchando a Muse" Yo contesté que no tenía dinero y el me dijo "OK, pero no te puedes perder ni uno más". Pensé que ahí había quedado todo hasta que antier puso en mi messenger el setlist de Muse en México y me dijo "¿Cuál es tu favorita?"

Anoche recibí una llamada a las 11.15 pm. La llamada provenía del Foro Sol, desde un celular de Querétaro y era para que yo escuchara una canción en vivo que elegí un día antes. La canción era Plug in baby, de Muse, grupo británico que se presentó anoche en la Ciudad de México. La llamada duró dos minutos y medio en lo que mal escuché la rola porque obviamente predominaban los gritos, luego colgaron y yo agradecí el gesto por un mensaje. Fue realmente un lindo detalle. Un detalle en el que intervinieron dos americanas, un cineasta mexicano, una muestra de cine erótico, los túneles de Guanajuato, mis ronchas y un morro de Querétaro que lo poquitito que conozco es a toda madre y que me regaló una canción de una gran banda británica que a ambos nos encanta. Eres la onda, Ricardo. Gracias :)"

Nota al pie: Creo que cuando comencé a abrazar mi ñoñez empecé a ser una mejor persona. Eso y otras cosas no dichas, más profundas, vulnerables y por ello más mías.

miércoles, 27 de junio de 2012

viernes, 2 de marzo de 2012

Medusa

-No voltearé a mirarte, no voltearé a mirarte, no voltearé a mir...


















Y no pude hacerme de piedra, porque ya era de piedra.

viernes, 24 de febrero de 2012

Un día descubrí que vivir anhelando ese día soñado era mi muletilla para tomar valor y bajar al mundo, donde día a día hago lo que verdaderamente vine a hacer.



















 Entonces recordé que soy bien ingenua.